lunes, 20 de abril de 2009

Ando ganas

Me atacaron por sorpresa. Aprovecharon que estaba durmiendo en mi cama y me golpearon con una fuerza sobrehumana. Yo estaba dormido, pero no soñaba (costumbre, quizás). Se aparecieron paradas frente a mi lecho y me sacudieron como una manta tras un largo día de picnic.
Terribles en su accionar, me obligaron a levantarme y a sentarme en la compu para escribirte este mensaje. Salvajes como un león africano, no permitieron que me resista ni que inicie alguna defensa por mi supervivencia e hicieron lo peor que me pueden hacer para que me sienta el más indefenso: bloquearme mentalmente. Ronco de voz, les dije que vos seguramente estarías con tu familia, o con amigos y que eres libre de hacer lo que quieras, pero no quieren escucharme. Están dispuestas a todo. ¡Qué sinvergüenzas! ¿A vos te parece?

(Ahora que están discutiendo entre ellas, voy a aprovechar para decirte por lo bajo que esto va en serio. Sus voces trasmiten un fanatismo similar al religioso, ese mismo que no conoce de límites. Te lo advierto: a ellas no les importa si vos podés o estás con otras cosas, pero a mi si. No quiero molestarte o que sientas que ellas te fuerzan a hacer algo que vos no querés… ¡Uy! Ahí me miran de nuevo).

No me quedan opciones. ¡Me obligan a hacerlo! Ellas están aquí observando cada palabra que escribo, tachándome frases y corrigiendo algún mal tipeo (faltas de ortografía por suerte casi no tengo), y ante cada remoloneo intencional me amenazan con una golpiza si no escribo sus deseos.
Disculpame, pero no puedo más resistir más. Que sea lo que Dios quiera.

"Ando ganas de encontrarte"

jueves, 16 de abril de 2009

Mil me esperanzan

¿Cuántos sordos han podido oír rodar los suaves susurros que deslizamos por nuestras pieles en cada instante que compartimos?
¿Cuántos ciegos han podido ver la estela luminosa que nuestras almas dejaban al elevarse hacia el tierno cielo de las caricias?
¿Cuántos mudos han podido emitir sólo un gemido al ver cómo nuestras bocas emigraban hacia la tierra prometida, la tierra de los sueños más profundos?

¿Ninguno?... ¿Uno?... ¿Cien?… ¿Mil?...

Ninguno me sofoca.
Uno no me alcanza.
Cien me ahogan.
Mil me esperanzan.


¿Cuántas veces sentimos el sudor resbalando como un fresco manantial cordillerano?
¿Cuántas veces el viento pretendió quebrar las redes pegajosas que nos envolvieron?
¿Cuántas veces el tiempo se aburrió de esperarnos y se puso a tejer crochet como una anciana centenaria esperando la muerte?
¿Cuántas veces tus ojos rompieron los cristales burlones que apresaban a mis dudas?
¿Cuántas veces te quebraste en un tierno suspiro que se clavó en mi corazón como una flecha indígena manchada del veneno más maravilloso que pueda existir?
¿Cuántas veces soplaste ferozmente ráfagas de frío polar sobre las cáscaras de mi caparazón harto ya de ocultar amor como si fuera el pecado más infame del mundo?
¿Cuántas veces la soledad buscó seducirte con su insensible rostro de niña bonita?

¿Ninguna?... ¿Una?... ¿Cien?... ¿Mil?...

Ninguna me sofoca.
Una no me alcanza.
Cien me ahogan.
Mil me esperanzan.


¿Cuántas vidas hubiera esperado para verte llegar así de estupenda y que pisotees con tanta autoridad a las mercenarias malas mañas que jugaban conmigo?
¿Cuántas muertes disfrutaste sin alcanzarla verdaderamente?
¿Cuántas vidas hubieras esperado por morir así de fácil, así de valiente?

Ninguna me sofoca.
Una no me alcanza.
Cien me ahogan.
Mil me esperanzan.