domingo, 1 de marzo de 2009

Sobre una estrella que nunca se ocultará

La noche se desplegaba al alcance de mi imaginación detrás del amplio vidrio del ómnibus. En un cielo perfectamente negro, infinitos puntos luminosos parecían advertirnos sobre la pequeñez de quienes nos atrevemos a observarlo. Allí te busqué sin contemplaciones, pero no pude encontrarte en ninguna estrella porque te descubrí en el brillo de todas (¡Química!). Cada punto blanco intenso apuntaba a mi memoria, y ella, obediente, recordó aquella noche inmensa donde nuestros ojos fueron dóciles a lo que ordenaba el corazón (¡Química!). Supimos recostados sobre aquel banco de plaza que todas estaban allí esperándote… esperándome… esperándonos.
Cada brillo invitaba a regodearse con el placer que sólo ofrece lo sincero y lo espontáneo (¡Química!). No hubo mentiras ni trucos, porque todos ellos fueron bien engañados por la astucia de nuestros intactos deseos de vivir, de crear algo tangible, algo real que conserve eternamente el fugaz sabor de lo irreal (¡Química!). Necesitábamos fantasear con ilusiones que no lograran despertar ni con el más mordaz de los pellizcos. Supimos —y aún lo sabemos, no te engañes— que estos sueños querían desperezarse y gritarle al mundo que aún estaban vivos y que nada lograría callarlos.

Pero todo aquello terminó abruptamente. Una espuma procaz e inmoral invadió tu alma, despabiló a la lógica y desorientó al corazón que balconeaba en tus ojos cuando recitó muy serena “dos más dos es cuatro” (¡Matemáticas!). Y así como el instinto te hizo libre aquella noche, la espuma logró apresarte y desarticular todos los planes que habías trazado. Logró que las estructuras que temblaban se aquieten, que las mieles que te di se agrien, y que todo lo que anidé tiernamente en ti se haga añicos; desalojó a mis ojos de tus ojos y a mis besos de tus besos. Lo poco que quedaba de mi se deslizó húmedo y salado por tu nariz como un chico travieso en un tobogán, se colgó de tu boca ---necesitaba un instante más para descubrir la verdad, y lo logró (¡Química!)--- para luego caer, sin remedio, al vacío. Astuta e implacable, la espuma te envolvió de la cabeza a los pies.

Fue la espuma... (¡la espuma!)… la traslúcida, la antigua. Picaresca, utilizando los caminos de la indecencia que tu piel añoraba (¡Física!) hizo crepitar las palabras que sólo tu lógica podía creer (¡Matemáticas!), logrando maniatar a tu corazón a la silla del cuarto de servicios. Supo como encantarte con viejas melodías, aunque todos sepamos a estas alturas que no sabe de otras distintas. La espuma, como es espuma, es volátil como la pluma (¡Física!). Suavizó tu piel y desaparecerá cuando los vientos bufen rutina, justo cuando el límite tienda a infinito (¡Matemáticas!).

Los sueños son besos de irrealidad (¡Química!), son las utopías de un mundo cobarde que jamás permitirá que lo contradigan. Sé que esta página apenas acaba de comenzar a escribirse. Y también sé que el muro prepotente del blanco no podrá sobrevivir al ataque de las letras que impertérritas vienen marchando. Pálido y silencioso, las observará acercarse. Y sólo podrá hacer eso: observar, porque sabe perfectamente que nunca logrará salir airoso cuando la vida sale decidida a morir por un sueño.

Tú sabes Matemáticas y Física.
Yo te enseñaré Química.

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